Más allá del primer impacto visual provocado por la belleza y los componentes o por el hecho poético de ser un juego imaginario que nace de un libro, lo cierto es que en Tak encontramos un juego de gran profundidad estratégica.
En Tak, dos rivales se enfrentan con el objetivo de conectar dos lados del tablero. En su turno, cada jugador puede colocar una piedra en una casilla vacía o mover una de las pilas que esté bajo su control. Hasta aquí la mecánica parece simple, pero hay ciertos detalles que enriquecen considerablemente el juego:
- Las piezas pueden colocarse tumbadas para ir conformando el camino objetivo del juego o de pie, haciendo de muro para impedir el progreso del rival y sin ser entonces tenidas en cuenta en nuestro ansiado camino.
- Cada jugador cuenta con una pieza especial que introduce un importante elemento estratégico. Esta pieza especial se puede usar de forma dual, es decir, ejerciendo cualquiera de las dos opciones mencionadas en el punto anterior.
Turno tras turno los jugadores lucharán por conseguir su objetivo, siendo el ganador de Tak aquel que consiga completar su camino. Si no queda ninguna casilla libre o se agotan las piedras de la reserva personal, ganará aquel jugador que más casillas controle con piedras tumbadas. Tak incluye la opción de jugar con diferentes dimensiones del tablero, que se decide al inicio de la partida y que va desde una cuadrícula de 3×3 a 6×6. En función a eso, se juega con un número variable de fichas.
Tak es muy diferente a otros abstractos. Por un lado tiene reglas y mecánicas que en su esencia podemos encontrar en otros juegos, pero a las que se les ha dado una maravillosa vuelta de tuerca para concederle la dimensión de juego complejo y profundo que seguro que Patrick Rothfuss había imaginado cuando escribía El temor de un hombre sabio.