Lo primero que llama la atención de Wingspan es la exquisitez y el esmero con el que se ha realizado toda su producción. No en vano, su autora Elizabeth Hargrave ha buscado aunar en Wingspan sus dos pasiones: la ortinología y su amor por los juegos de mesa.
Las ilustraciones han corrido a cargo de Natalia Rojas, Ana Mª Martínez y Beth Sobel, basándose en todo momento en una gran observación sobre las aves a dibujar. Digamos que se ha querido realizar una ilustración científica, hasta el punto de que las cartas son una verdadera maravilla y no exclusivamente por su belleza visual. La autora del juego ha querido recoger en ellas una completa información (necesaria para el juego) que convierte a las cartas de Wingspan en una especie de ficha informativa con datos como su envergadura, su alimentación o el tipo de hábitat donde suelen darse, combinando el rigor científico con el talento y la creatividad.
Más allá de su arte, el juego nos brinda mucho más. En Wingspan, tendréis que intentar atraer a las aves más interesantes a vuestro aviario mediante la gestión de cartas. El objetivo es conformar el mejor conjunto posible de aves y obtener puntos por ello. El ganador será quien más puntos acumule gracias a: sumar aves, obtener cartas de bonificación, alcanzar objetivos de final de ronda y acumular huevos, alimento y aves solapadas.
Las partidas de Wingspan duran unos 45 minutos que transcurren en cuatro rondas. Se trata de un juego sencillo que encaja a la perfección en casi todos los públicos. Sus reglas son fáciles de aprender y su mecánica de set collection también resulta muy accesible.